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Foto del escritorPsicoteofilo Fernandez

EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO...

“¿Para qué vivimos?”, sería la pregunta que apela a nuestro propósito en la vida, y quizás nadie como el Dr. Viktor Frankl en su libro «El hombre en busca de Sentido» ha dado respuestas tan lúcidas a este tipo de preguntas. Esta obra, cuya lectura marcó un antes y un después en el análisis existencial del ser humano y de la psicoterapia, ha recibido el reconocimiento de millones de lectores tras su primera edición en 1946.


Viktor Frankl era doctor en Medicina. Nació en Viena el 26 de marzo de 1905 y sobrevivió a la experiencia de cuatro campos de concentración nazis, incluyendo el de Auschwitz, desde 1942 a 1945. Sus padres, esposa y familiares fallecieron en el Holocausto. Debido a estas terribles experiencias y a su propia alquimia interior, el Dr. Frankl desarrolló una aproximación revolucionaria a la psicoterapia conocida como logoterapia o terapia basada en el Sentido. Sus más de treinta libros han sido traducidos a 26 idiomas y fue reconocido con 29 doctorados honoris causa en diferentes universidades del mundo. Frankl enseñó en la Universidad de Viena hasta los 85 años de edad de forma regular y falleció el 3 de septiembre de 1997.


El autor, que vivió la destrucción total de su entorno y el exterminio de sus seres queridos, que padeció hambre, frío, las peores brutalidades imaginables y que tantas veces estuvo cerca de la muerte, concluyó que, a pesar de todo ello, la vida era digna de ser vivida. Su obra es revolucionaria precisamente porque se sumerge en la esencia del sufrimiento humano llevado al límite así como en los mecanismos psicológicos que nos llevan a manifestar lo mejor y lo peor de nuestra especie. Pese a las circunstancias que fraguaron su obra, su aportación se caracteriza por un mensaje extraordinariamente positivo sobre nuestra capacidad para superar adversidades y construir una vida con sentido no sólo para nosotros mismos, sino para los demás.


Frente al discurso pesimista, la indolencia, la pereza o la mirada cínica y resignada, la experiencia y el mensaje de Viktor Frankl se hacen hoy más necesarios que nunca, más de sesenta años después de aquella terrible situación para la humanidad. En última instancia, repite Frankl a lo largo de su obra, “vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo”. Y para ello una de sus mayores aportaciones nace de un enunciado tan simple, tan esencial, que sorprende: la última de las libertades humanas, la libertad esencial, aquella que nadie nos puede arrebatar, es la de elegir nuestra actitud sean cuales sean las circunstancias que nos rodean, por difíciles, dolorosas, o complejas que sean tales circunstancias. Y en efecto, las experiencias de la vida en un campo muestran que el hombre tiene tal capacidad de elección.


Los ejemplos aportados por el Dr. Frankl en su obra son abundantes y prueban que puede vencerse desde la apatía hasta la ira. En ese sentido, el autor señala que aquellos que estuvieron en campos de concentración observaron a algunos hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo esta última libertad para decidir su propio camino. Y es precisamente esta libertad que no nos puede ser arrebatada la que hace que la vida tenga sentido y propósito. En consecuencia, si existe tal libertad incluso ante el dolor y la muerte, el ser humano no está totalmente condicionado y determinado sino que es él quien determina si ha de entregarse a las situaciones o hacer frente a ellas. En otras palabras, ser humano en última instancia se determina a sí mismo. El ser humano no se limita a existir, sino que siempre decide cuál será su existencia y lo que será al minuto siguiente, argumenta el Dr. Frankl.


Y es que el sufrimiento es un aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no puede apartarse la muerte, porque sin ellos la vida no es completa, no es real; sería una ficción. Muchas veces es precisamente una situación externa excepcionalmente difícil lo que da al ser humano la oportunidad de crecer más allá de sí mismo. Pero entonces, ¿qué es lo que nos sostiene ante la adversidad, ante la dificultad o ante lo aparentemente imposible de superar?, cabe preguntarse. La respuesta que aporta el Dr. Frankl es contundente: en esencia, la salvación del hombre está en el amor y a través del amor. En uno de sus fragmentos más conmovedores de «El hombre en busca de Sentido», escribe: “Comprendí cómo el hombre, desposeído de todo en este mundo, todavía puede conocer la felicidad –aunque sea sólo momentáneamente– si contempla al ser querido. Cuando el hombre se encuentra en una situación de total desolación, sin poder expresarse por medio de una acción positiva, cuando su único objetivo es limitarse a soportar los sufrimientos correctamente –con dignidad– ese hombre puede, en fin, realizarse en la amorosa contemplación de la imagen del ser querido.” Y esa contemplación no sólo se convierte en el oxígeno anímico que le puede aportar algo de felicidad ante un entorno terrible, sino que de hecho se trata de la palanca para la esperanza necesaria que nos permite seguir viviendo.


Luego el amor a un ser amado o incluso el amor a una tarea que realizar (amor y creatividad, en definitiva) son los pilares sobre los que se construye la esperanza y el sentido de la vida; son unas bellísimas respuestas al “¿Por qué vivir?”. Por ello, “quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo” solía decir el Dr. Frankl. Pero para el alcance de ese sentido hay que ser capaz de trascender los estrechos límites de la existencia centrada en uno mismo, y creer que uno puede hacer una importante contribución a la vida; si no ahora, en el futuro, sostenía. Esta sensación es necesaria si una persona quiere estar satisfecha consigo misma y con lo que está haciendo. Por ello, quizás todo buen propósito debe ir acompañado de una reflexión sobre el impacto positivo en la buena vida de los demás, ya que sólo así podemos hablar de sentido, de cumplimiento y de realización.


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